Carlos Augusto Velásquez
SEMIOTIQUERÍAS
El reciente triunfo del FMLN en El Salvador y el auge de gobiernos de izquierda por toda Latinoamérica han provocado alegría en los círculos de intelectuales de izquierda en Guatemala; pero, sobre todo, ha generado esas miradas oblicuas entre quienes se asumen en Guatemala como los legítimos y únicos representantes del proyecto revolucionario en nuestro país.
La última fase de la política contrainsurgente fue la más efectiva. Con gran inteligencia desarrollaron no solo el terror sino que provocaron el resquebrajamiento real de la unidad dentro de la izquierda. Los grupos de izquierda, formados dentro de una doctrina militarizada en el contexto de la lucha guerrillera, no fueron capaces de escapar del discurso militar. Cayeron en la trampa y empezaron a considerar como enemigos acérrimos a los otros izquierdistas que plateaban un discurso un tanto distinto o con matices diferentes. Cualquier divergencia en el seno de las organizaciones de izquierda era tomado como una traición. Quien pensaba distinto de las líneas de pensamiento impuestas desde la cúpula era y sigue siendo considerado como servil de la oligarquía e inmediatamente acusado de “oreja”.
Mientras las cúpulas empresariales transaban el cambio de estafeta de los militares a los civiles sin arriesgar en lo más mínimo sus privilegios, los grupos de izquierda seguían peleándose entre sí hasta hacer válida la broma de que cuando se juntan tres de izquierda surgen cuatro partidos políticos.
Por otra parte, los grupos de la sociedad civil se oenegizaron. Es decir, dejaron de ser representantes directos de grupos marginados y se convirtieron en empresarios de la cooperación internacional. Consciente o inconscientemente, convirtieron su organización en una fructífera empresa que vivía, según una broma típica de las ONG, de la miseria ajena. De líderes pasaron a ser exitosos gestores.
Y el discurso. Confundieron el continente con el contenido. Durante la guerra era obvio que el enemigo estaba claramente unificado y que el poder económico controlaba el poder político y el militar. Luchar por reivindicaciones sociales era equivalente a luchar en contra de esos poderes graníticamente unidos. Pero o no comprendieron la esencia de su protesta o se acomodaron a su discurso. Siguieron atacando al gobierno en sí mismo. Siguierton considerando de hecho que cualquier acción de gobierno es una acción contra el pueblo. No se percataron de que con ese discurso lo que estaban generando era mayor demanda por la inoperancia del estado.
Veamos: si algún discurso puede unificar a las izquierdas es el de la necesidad de un Estado fuerte que pueda garantizar a la sociedad entera sus satisfactores mínimos. Entre más débil sea el estado, menos capacidad tendrá de accionar para resolver los problemas estructurales de la sociedad. Sin embargo, la mayoría de grupos de izquierda, con su coleta en el pelo, su tacuche sobre playera y pantalón de lona, han caído en la trampa; en el doble discurso de los medios de comunicación (los portavoces de los grupos reales de poder) y se han dedicado a denigrar cualquier acción de gobierno y de sus instituciones.©
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