Contrario a los procesos históricos de América Latina, por vez primera, directa o indirectamente el movimiento golpista en Honduras no goza con la bendición de EE.UU., en un claro llamado a la institucionalidad de la región.
Los últimos hechos ocurridos en Honduras demuestran una vez más la fragilidad de nuestras democracias y la vulnerabilidad de los gobiernos ante las elites y las cúpulas militares.Honduras vive desde hace varios días una profunda crisis política a consecuencia de la iniciativa, lanzada por el presidente Manuel Zelaya y respaldada por algunos sectores de la sociedad, de realizar una encuesta con miras al establecimiento de una Asamblea Constituyente.
El pasado miércoles 24 de junio, el jefe del estado mayor conjunto de Honduras, Romeo Vásquez, se negó a acatar la orden presidencial de brindar apoyo logístico durante la consulta popular –que se realizaría el domingo 28–, lo que provocó la destitución del funcionario y generó también la renuncia del ministro de Defensa, Ángel Orellana. La situación derivó en una confrontación entre la Suprema Corte de Justicia, que rechazó la destitución de Vásquez por considerarla infundada, mientras el Congreso –que calificó de “ilegal” la consulta– intentaba desde hacía días con declarar al mandatario “incompetente” para gobernar. A estas oposiciones se suman las de la Iglesia y las cúpulas de empresarios.
Estos hechos precipitaron el golpe de Estado, que ha sido rechazado por distintas instancias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y el Grupo de Río, así como por los gobiernos que integran la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba) y recientemete, por la totalidad de naciones en sesión extraordinaria en el marco de la asamblea de Naciones Unidas.
El Presidente norteamericano, Barack Obama, pidió respeto “por las normas democráticas” ante la crisis política de Honduras. Contrario a los procesos históricos de América Latina, por vez primera, directa o indirectamente el movimiento golpista en el país vecino no goza con la bendición de los Estados Unidos, en un claro llamado a la institucionalidad de la región.
Los golpistas en Honduras, han utilizado los peores métodos resucitados de los manuales que dieron vida a la Operación Cóndor de los años 70, los militares y elites (porque no hay que olvidar que las elites hondureñas buscaban mecanismos para sacar a Zelaya del espectro político) borran de un plumazo la institucionalidad para establecer el miedo en una nación que se aprestaba a realizar elecciones en noviembre próximo.
Aunque el congreso de ese país alega que el mandatario depuesto, firmó una carta de renuncia, la comunidad internacional en su totalidad y como en pocos momentos de la historia, ha manifestado su rechazo a esta conducta antidemocrática y con tintes totalmente militares e intolerantes ante las divergencias que produce un mandatario con las características de Zelaya.
Aunque las decisiones que haya tomado en el pasado no sean las correctas, y su popularidad sea la más baja de toda la región, NINGUNA situación amerita llevar a una nación ha épocas oscuras que las sociedades con trabajo y esfuerzo han abandonado. El llamado es entonces a devolver la democracia a la región y unificar esfuerzos para vencer a las fuerzas oscuras que ensombrecen la historia.©