Ismael Avendaño
IMPRESIONES
Antaño, los padres solían decirle a sus hijos: “Si no estudias, hijo mío, el día de mañana serás un don nadie”. Y a tragos y rempujones, las diferentes materias se ganaban. La regla de tres, el teorema de Pitágoras, las sumas de polinomios. Los principales ríos y capitales de los principales países de América y de Europa; la constitución de la célula; las conjugaciones verbales y mucho de aquel bagaje de conocimientos sin mayor empacho se memorizaban y en el campo literario se hacía leer a los titanes de la literatura nacional y universal.
Hace poco, mi sorpresa fue encontrarme ante un grupo de estudiantes universitarios, cuya pobreza léxica, más que evidente, era el primer indicio de una paupérrima pobreza cultural.
Meditando al respecto y, no para justificar a los muchachos, recordé la aberración cometida por el gobierno y motivada por una huelga de maestros tras de la cual, hace más o menos veinticinco años, el gobierno de ese entonces, regalo la aprobación, por decreto, para promover al grado superior a prácticamente si hacemos cuentas, quince generaciones de estudiantes.
Si, léase bien, quince o una o dos más, generaciones de estudiantes que fueron promovidos así por así, por un simple decreto. No extraña que de aquellas promociones, surgieran muchos de los maestros actuales, incluyendo a más de alguno de sus líderes, tanto de nivel primario como del secundario.
Lo aberrante del momento es que con propósitos de mejorar las estadísticas estudiantiles hoy se “obliga” a los maestros a realizar una acción similar, según me indicaba una profesora. Entonces, ¿quién le cree a las estadísticas?
No debe extrañar por consiguiente, que los estudiantes además de su pobreza léxica, desconozca nombres de literatos como Oscar Wilde, Dostoievski, Máximo Gorki, Cortázar, Rulfo, ya no se diga Plutarco, Sófocles, Séneca, Gómez Carrillo, Batres Montufar, Hemingway, Mark Twain, Salgari. Y de hechos históricos ya no digamos: ¿Fue antes la revolución francesa o la norteamericana? El Perú fue conquistado por ¿Pizarro o Alvarado? ¿Qué fue el llamado Renacimiento? Y ¿Leer a Cervantes?, cito a una estudiante: “Que aburrido, que lenguaje tan raro”.
Bueno, se dirá, es que ahora tenemos esa nueva babel llamada internet y en ella está la solución a nuestros problemas. Muy bien, pero y ¿cuándo no hay energía eléctrica? Y ¿Cuándo no tengo acceso a un ordenador o computador personal?
Lo interesante es que muchos pedagogos argumentan que no hay que generar enseñanza memorística. Y otras teorías plantean que el conocimiento se construye a partir de conocimientos previos. Ahora bien, si en la memoria no hay datos, ¿qué tipo de conocimientos se pueden generar?
En la era de la globalización, ¿Cómo andamos en geografía? Y así llegan a la universidad a forjarse los futuros profesionales tras “n” intentos para superar las pruebas de admisión. Y cuando no aprueban, lo que sí se sabe muy bien, es que se han violado derechos. Que se discrimina. Entonces, ¿Dónde queda Darwin? Tal vez en el baúl de los recuerdos. Al final, la tabla de salvaguarda será esa cultura del compadrazgo, del amigo que está en tal cargo, del consejero, del amigo del director, quien llegara a abogar para que todo se resuelva a favor y claro, aquí no ha pasado nada.
Llega el momento de recordar la vieja canción de Julio Iglesias: “La vida sigue igual”. Olvidamos los dialecticos versos de Neruda, “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos” ¿Y el País? Bueno como el viejo tango argentino “…cuesta abaja en su rodada, las ilusiones pasadas …” Para seguir siendo un don nadie.©
lunes, 20 de julio de 2009
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